Casa La Maruja

Esta rehabilitación integral de un edificio histórico que había sufrido gran cantidad de modificaciones a lo largo de su historia, supuso un importante reto para el estudio por las características tan únicas del entorno en el que se ubica la construcción. En el casco urbano de Albarracín, junto al río Guadalaviar y a pocos metros de la muralla del Siglo XIV, se ubica este edificio singular, que forma parte de una manzana atravesada por una acequia, en la que se encuentra un antiguo molino reconvertido en bar que todavía se puede visitar.

El programa de necesidades requería de la habilitación de dos viviendas para dos hermanas, que son nietas de la anterior propietaria y que, por lo tanto, mantienen una relación especial con la casa. El edificio tiene tres plantas y unos espacios exteriores muy generosos conectados con la planta baja, así que se plantea crear dos viviendas con distribuciones similares en las plantas uno y dos; y unos espacios comunes relacionados con las zonas exteriores en la planta baja. Cada una de las viviendas gira en torno a una zona de estar abierta a la cocina, que mira a los espacios exteriores a través de varios balcones en orientación Suroeste, y que posee unas vistas privilegiadas del conjunto urbano de Albarracín.

Las muchas modificaciones sufridas por la construcción en diferentes épocas, acabaron por desdibujar su imagen, escondiendo su volumen original y descomponiendo la unidad de sus fachadas mediante nuevas galerías, vanos desproporcionados o revestimientos disonantes a base de morteros de hormigón.

Para devolver la imagen de conjunto del edificio y reintegrarlo en un entorno tan especial, se eliminaron todos los elementos disonantes de gran escala que se habían añadido, como las galerías de hormigón que se colocaron en los años 60 o las carpinterías de aluminio con las que se habían envuelto estas galerías. Se picó todo el revestimiento de hormigón de las fachadas y se reforzaron las fábricas de piedra y de ladrillos cerámicos, que habían sido modificadas en diferentes ocasiones, mediante morteros de cal natural. Se recuperó el revestimiento de yeso rojo que se encuentra en la fachada Sureste y que da directamente al río Guadalaviar, remarcando su carácter histórico y original mediante el contraste que crea con el revestimiento continuo de mortero de cal que envuelve al resto de fachadas.

Se incorporaron nuevas carpinterías de madera acordes con el entorno y se recuperó el alero de tabla de madera del país. Cabe destacar el tratamiento de este alero, mediante el que se recuperó una suerte de cenefa de madera vertical que empezaba a estar en mal estado de conservación y que ahora caracteriza al edificio por la sutil singularidad que aporta a su fachada principal.